"Almas despiertas": Un libro en construcción
Hola lectoresss!! Cómo estáis hoy?? Yo muy emocionada. Y...sabéis por qué? Bueno, ya os lo diré yo. Porque os voy a enseñar un libro que estoy escribiendo!! No sé si lo acabaré, o si me cansaré de escribir. Pero bueno, si no se intenta, no se sabrá. Así que hoy os dejaré un capítulo de este libro que está en proceso. Y si os gusta mucho, este miércoles pondré el segundo capítulo a las cuatro también, como no.
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El libro se llama Almas despiertas, como podéis ver en el título. No sé si será el título definitivo, pero de momento, se queda así. Os estaréis preguntando de qué va. Y bueno, la verdad, es que no lo sé ni yo.😂 Solo tengo claro dos cosas: que será de género romántico y que irá de hermanastros (mis dos cosas favoritas en un solo libro, jiji). Los capítulos, estarán narrados por los dos protagonistas: Hannah (la chica) y Hayden (el chico) y cada uno explicará el libro a su modo. Así que espero que os guste. Ya sabéis que podéis activar la música, situada a la derecha de la pantalla (versión ordenador) o al final de la página (versión móvil), y disfrutar de la lectura. Allá vamos.
1
HANNAH
El agua fría caía por mi frágil piel. Cerré los ojos y me imaginé que estaba en la calle, y que la lluvia me empapaba por completo. Sentía que mi cuerpo se iba volviendo una gota de agua más con una única misión: evaporarse. No me podía creer lo que estaba pasándole a mi vida. Simplemente no me hacía a la idea y deseaba con todas mis fuerzas que, al abrir los ojos en aquel cuarto de baño, bajo el agua de la ducha, todo fuese una especie de pesadilla o una broma de mal gusto que mi madre me había gastado.
Cerré el grifo, ya con los ojos abiertos, y cogí mi toalla, colocándomela alrededor del cuerpo. Me coloqué una toalla más pequeña en la cabeza, para secar mi pelo. Me sequé el cuerpo y me puse mi body milk con olor a canela. Me vestí con ropa de pijama y me dirigí al minúsculo balcón para colgar las dos toallas. Al hacerlo mi pelo ondulado de color chocolate quedó sobre mis hombros, mojándome esa parte del pijama. Me quedé mirando más de lo normal las vistas y por un momento sentí un pinchazo de tristeza al saber que ya no volvería a estar ahí.
Apartando todos los sentimientos de mi mente, regresé al baño y me sequé el pelo. Una vez hecho esto, me dirigí al comedor, donde mi madre ya había puesto la mesa y me esperaba para cenar. No era capaz de mirarla a la cara. Esa mujer había destrozado mi vida y la había moldeado como si de plastilina se tratase. Me senté y miré al plato: judías verdes con patatas hervidas. Cogí el salero e hice el amago de echarme sal, pero antes de poder hacerlo, mi madre, me cogió por la muñeca dispuesta a quitarme el dichoso objeto.
– Hannah, ya le he puesto sal. – me dijo mi madre intentando sonar amable.
– Muy bien, mamá. ¿Te felicito? – le dije en tono cortante, deseando acabarme el plato e irme a mi habitación.
– Sé que estás enfadada conmigo, pero no hace falta que seas así. Yo no tengo la culpa. – dijo cada vez bajando más la voz. Seguro que decía aquello para quitarse la culpa y autoconvencerse a sí misma.
– Venga ya, eso no te lo crees ni tú. No hace falta que me mientas más. Ya he aguantado durante mucho tiempo tus mentiras, así que cierra la boca y déjame en paz.
Este último comentario la dejó sin palabras y por un momento agradecí su silencio. Hasta que poco a poco se fue formando un espacio incómodo en la mesa.
Me acabé las judías y llevé el plato al lavavajillas. Cogí mi móvil de la mesa y me fui a la habitación.
Me tumbé encima de las sábanas de mi cama y comencé a mirar las redes sociales: primero WhatsApp, luego Facebook y Twitter y, por último, Instagram. Vi fotos de Lexie, mi mejor amiga, y Liam, mi mejor amigo, a los cuales iba a echar de menos. Al día siguiente iba a irme de Canadá para no volver en un largo periodo de tiempo o, mejor dicho, nunca. Y todo porque mi madre se había “enamorado” de un ricachón de Los Ángeles. ¿En serio me debía de creer esa historia? Anda ya, no se la creía ni ella. El amor es un sentimiento que va y viene, nadie se enamora, porque eso no existe. No creo en eso de enamorarse y punto. Yo nunca lo he hecho y soy feliz o, al menos, lo era. Así que no me trago esa bobada de que sin amor tu vida no es la misma. Eso son ñoñerías que la gente se ha inventado. Pero yo no iba a cometer el mismo error.
En cuanto me dispuse a apagar la pantalla del móvil, este vibró, haciéndome saber que me había llegado un nuevo mensaje. Entré en WhatsApp. Era Lexie. Estaba mandando buenas noches por el grupo que creamos entre Liam, ella y yo. El grupo se llamaba Inseparables. Pero eso pronto se convertiría en una palabra más, ya que nos íbamos a separar, al menos yo. Escribí buenas noches y mandé un GIF donde salía un perezoso durmiendo. Hecho esto, puse una alarma a las ocho de la mañana, dejé el móvil en la mesita de noche, apagué la luz de mi lamparita y me dormí.
***
A la mañana siguiente, me levanté más seria de lo normal. No quería acabar de hacer las maletas, porque eso significaba que no volvería, y eso me causaba un malestar muy incómodo en mi interior.
Una vez revisadas las redes sociales y puesto buenos días en el grupo, me levanté de la cama y me fui a la cocina para prepararme el desayuno. Cogí dos huevos del frigorífico, una sartén y aceite. Y me preparé huevos revueltos, acompañado de un zumo de naranja recién exprimido. Normalmente, lo habría disfrutado más, pero no estaba de humor y mi cuerpo lo sabía.
Lavé la sartén, el plato y el vaso una vez acabé de comer, me cepillé los dientes, me hice un moño desaliñado y volví al que ya no sería mi cuarto. Había tantos recuerdos allí acumulados que, de ese simple hecho, se me escapó una lágrima. Pero yo sería fuerte. Nadie me iba a llevar por delante, y menos las personas a las que yo más quería. Hice la cama y seguidamente hice una videollamada grupal con Lexie y Liam.
– ¡¿Qué hay Hannah?! – me dijo Liam al segundo, con su voz grave hasta más no poder.
– Si tú supieses… – le contesté yo con la boca pequeña.
– Vamos Hannah…que tampoco es que se acabe el mundo. Solamente te vas. – dijo Lexie, quebrando la voz en la última palabra.
– Ya lo sé, pero joder, ¿y todo lo que tiro por la borda? Todas las oportunidades perdidas. ¿Y vosotros? ¿Qué demonios voy a hacer yo sin vosotros? Sois mi salvavidas, y sin eso no tengo nada…
– Bueno, eso último es mentira… ¡qué te vas a Los Ángeles! Si yo fuese tú estaría súper ilusionada de irme a la ciudad de los sueños. Además, podrás cumplir tu sueño de ser actriz. ¿Qué hay mejor cosa que esa? – me dijo mi amiga intentando animarme.
– Ojalá me quedase yo aquí…
– Bueno, venga chicas, que esto parece un funeral. ¿Qué tal si cambiamos de tema? No es el fin del mundo, así tendremos una excusa para ir a Los Ángeles, ¿no es así Lexie?
– ¡¡Claro!! Yo siempre he querido ir al muelle de Santa Mónica, y al cartel de Hollywood, ¡ah! y a Disneyland y a…
– Que sí, Lexie, entendemos que quieres ir allí – le interrumpió Liam.
Los tres estallamos de la risa. Con ellos era todo más fácil. Siempre estaban ahí. Seguimos con la videollamada durante 2 horas más. Mientras, yo iba guardando las últimas cosas en las maletas y despidiéndome de cada rincón de aquel pisito al que yo llamaba hogar.
Nuestro vuelo no salía hasta las 12:30 de la mañana. Pero teníamos que estar en el aeropuerto de Toronto una hora antes. Así que a las once ya estábamos fuera esperando a que nuestro taxi naranja nos recogiese.
Cuando llegamos al aeropuerto, dejamos las maletas en la cola para el equipaje, ya que habíamos hecho el check-in online. Pasamos el control de seguridad y esperamos a que anunciaran nuestro vuelo por los altavoces de aquella enorme sala, donde había un montón de asientos. Una vez el avión estaba listo, fuimos pasando de uno en uno por una fila donde una chica validaba cada billete. Una vez montadas, nos dirigimos a nuestros asientos de primera clase que el novio de mi madre nos había comprado, porque no soportaba que estuviésemos en clase turista. Cosa que me enfadó más porque no aguantaba la idea de que aquel hombre formase ahora parte de mi vida.
Nunca había ido en un avión en primera clase. Y me sentí muy incómoda, sabiendo que ahora mi vida iba a ser de lujo, cosa que no me hacía ni pizca de gracia. A mí no me importaba el dinero, era feliz con lo que tenía y con eso me bastaba, pero al parecer a mi madre no. Durante todo el vuelo no me dirigió ni una palabra, cosa que agradecí. Me coloqué los auriculares y me puse música en mi mp3. Me pasé todo el viaje mirando por la ventanilla. Observando las nubes que iban y venían y el cielo azul claro.
Cuatro horas y 54 minutos después estábamos en el LAX, el famoso aeropuerto de Los Ángeles. Era enorme. Había un montón de gente merodeando por ahí y me sentí como si yo no tuviese que estar aquí. Al salir, nos encontramos a un chico con un cartel donde ponía: Charlotte y Hannah Pearson. No tendría más de 30 años, era joven y se le veía en buena forma física. Nos acercamos a aquel tipo.
– Buenos días, soy Jeremy, el guardaespaldas de los Foster. Vengo para llevarlas en coche. Acompáñenme. – dijo y se dio la vuelta, esperando que le siguiéramos.
Lo hicimos.
Lo que me faltaba, un chófer, pensé para mis adentros.
No tardamos en llegar a la zona residencial, que por lo que había leído en uno de los carteles de la carretera, se llamaba Silver Lake, y, por un momento, agradecí que no estuviese rodeada de turistas. Entramos por un portón enorme, todo blanco y que relucía bajo la brillante luz del Sol. Fuimos alejándonos cada vez más hasta que Jeremy abrió otro portón un poco más pequeño, pero igual de impresionante, con un mando que llevaba en la guantera.
Aparcó en una de las plazas que estaban libres en el aparcamiento de la casa. Ya, sin comentarios. Nos bajamos y se acercaron otros dos chicos más para cargar con el equipaje hacia nuestras respectivas nuevas habitaciones.
Fuimos hasta el portal y picamos al timbre. No sé por qué, pero me sentía como una intrusa. Pero bueno, que se le va a hacer, yo no quería estar ahí. Un chico moreno y alto nos abrió la puerta.
– ¿Sois las nuevas? – dijo en un tono de voz intimidante, sin ninguna emoción reflejada en el rostro.
¿Cómo que las nuevas? ¿A qué se refería?
Bueno, pues este ha sido el post de hoy. Espero que os haya gustado, hacérmelo saber por comentarios 😏 Nos vemos el miércoles si os gusta el libro. Que paséis una estupenda semana. Adioooss 😘
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